La «Gran Colombia»
Bolívar y Francisco de Paula Santander, vicepresidente de la «Gran Colombia» |
La reconquista de Venezuela tardaría seis años en conseguirse. Las
expediciones se iniciaron en la isla Margarita y continuaron su escalada
por el oriente en dirección hacia Guayana. La batalla de San Félix
(1817) dio a los independentistas la región de Guayana y la navegación
por el Orinoco. En 1819, Bolívar emprendió la Campaña de los Andes, y,
tras derrotar a los realistas en la batalla de Boyacá (7
de agosto de 1819), obtuvo el control de las Provincias Unidas de Nueva
Granada (la actual Colombia), que habían caído en manos
de los españoles
en 1816. Finalmente, la victoria en la batalla de Carabobo (24 de junio
de 1821) selló definitivamente la independencia de Venezuela y Colombia.
Fueron los tiempos del temible general realista Pablo Morillo, al que el absolutista monarca español Fernando VII,
repuesto en el trono una vez finalizada la Guerra de la Independencia
Española, había encomendado la misión de aplastar toda insurgencia.
Vencerlo fue tarea difícil, y Bolívar tuvo que emplear nuevas
estrategias de adhesión: proclamó la libertad de los esclavos
y ofreció tierras a cambio de lealtad militar. Obtuvo así la
colaboración de los ejércitos llaneros al mando de José Antonio Páez, vitales para el desarrollo de la contienda, como también lo fue la ayuda de un importante contingente de soldados y generales
europeos, británicos fundamentalmente, quienes anhelaban unirse al Libertador.
Simultáneamente, Bolívar se encargó de la reconstrucción política de
la región. En febrero de 1819 convocó el
Congreso de Angostura, ante el que pronunció un célebre discurso en el
cual instaba a los representantes a promulgar una constitución
centralista que había de ser el fundamento jurídico de la soñada
República de la Gran Colombia. Presidida por el mismo Bolívar,
la «Gran Colombia» quedó constituida ese mismo año, y agrupaba por el
momento los territorios de las actuales
Venezuela y Colombia.
El sur se encontraba en la mira de la Gran Colombia, es decir, de
Bolívar. La liberación y adhesión de las provincias de Quito
y Guayaquil (el actual Ecuador) resultaba fundamental para consolidar y
mantener la hegemonía en el continente de la recién creada República.
Ello fue logrado, desde el punto de vista militar, en la batalla de
Pichincha (1822), y desde el punto de vista político, por las
negociaciones
adelantadas por Antonio José De Sucre y Simón Bolívar, gracias a las cuales la región aceptó integrarse
en la Gran Colombia una vez liberada.
El proceso de emancipación de Latinoamérica terminaría en Perú dos
años después. El valor estratégico
que tenía
la conquista y liberación de este territorio por parte del ejército
libertador era vital: en tanto que verdadero centro neurálgico
del poderío
español, la caída del Virreinato del Perú significaría la salida
definitiva de los españoles del territorio americano.
Tal victoria supondría, además, el triunfo de la ideología bolivariana
republicana sobre la propuesta de construir monarquías
en los territorios del sur, defendida por la oligarquía peruana y
secundada, aparentemente, por otro gran caudillo de la independencia
americana: José De san Martin.
En una inolvidable gesta que incluyó la travesía de los Andes desde
Argentina, San Martín había liberado Chile en 1817;
desde allí, al frente de un nutrido ejército que trasladó por mar,
desembarcó en Perú, ocupó Lima en 1821 y proclamó la
independencia. Pero apenas un año después, la disensiones internas y el
hostigamiento de los realistas, que controlaban de hecho la mayor
parte del territorio, habían debilitado sensiblemente su posición. Ambos
libertadores se reunieron en Guayaquil en julio de 1822 con el fin
de tratar éste y otros asuntos relativos a la guerra. Nunca se supo de
qué hablaron Simón Bolívar y José de San Martín,
pero el curso de los acontecimientos brinda la evidencia de un profundo
desacuerdo; poco después, San Martín renunció a su cargo de
Protector del Perú y regresó a Chile.
Tras constituir la «Gran Colombia», Bolívar derrotó a los españoles en Perú, poniendo fin a tres siglos de colonialismo |
La definitiva liberación del Perú quedó así en manos de Bolívar.
Apenas dos años después, tras hacerse
cargo en persona de los preparativos, las batallas de Junín y de
Ayacucho (agosto y diciembre de 1824) acabaron con la resistencia
realista: la
caída del Virreinato del Perú ponía fin a tres siglos de dominación
española. En el Alto Perú, liberado
en los primeros meses de 1825, se constituyó la actual República de
Bolivia, presidida por su lugarteniente Antonio José de Sucre.
Culminadas así todas las operaciones militares, Bolívar regresó a rendir
cuentas al Congreso colombiano.
Bajo su impulso medio continente había alcanzado la independencia,
pero, pese a haber reflexionado largamente sobre la forma de gobierno
que
convenía a los territorios americanos, ni la fortuna ni la clarividencia
le acompañarían en su acción política. Bolívar
abogó en todo momento por la edificación de un Estado centralista que
lograra cohesionar aquello que, en virtud de una heterogeneidad racial,
cultural y geográfica de la que era muy consciente, no resistía la
perfección de una federación; pronto se puso de manifiesto,
sin embargo, que el proyecto de mantener unidas en confederación a las
nuevas naciones era una quimera.
Si bien logró todavía aplacar la sublevación de la Cosiata (1826),
Bolívar intentó luego evitar la desmembración
de la Gran Colombia invistiéndose de poderes dictatoriales (1828), lo
que sólo sirvió como pretexto para que, el 25 de septiembre
del mismo año, se perpetrase un atentado fallido contra su persona que
minó profundamente su moral. Todo era inútil: el general victorioso
en las luchas por la libertad de las naciones se veía vencido en aquella
nueva etapa de lucha para la verdadera construcción de las mismas.
El 27 de abril de 1830, Bolívar presentó su renuncia ante el que sería
el último Congreso de la Gran Colombia. Las pugnas caudillistas
y nacionalistas desbarataron toda posible conciliación y condujeron a la
separación de Venezuela y Ecuador.
Durante los meses que precedieron a su muerte, el Libertador había de
evocar constantemente su amarga derrota política. Recordaba a su último
amor, Manuela Sáenz,
que al salvarle la vida en el atentado del 25 de septiembre de 1828 se
había ganado el título
de «Libertadora del Libertador»; también evocaba otros amores y otros
atentados. Lloraba la muerte de Sucre, el fiel lugarteniente asesinado
el 4 de junio de 1830 en Berruecos; recordaba y deliraba, y así murió,
solo y defenestrado de los territorios que había liberado,
por causa de una hemoptisis, en la Quinta San Pedro Alejandrino, el 17
de diciembre de 1830. En 1842 el gobierno de Venezuela decidió trasladar
los restos de Bolívar, según su último deseo. Desde entonces, su legado
ha devenido mito y veneración como fundador de
la patria.
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